El presidente de la Comisión Islámica de España, Riay Tatary, decía el viernes en Radio Nacional que el problema del yihadismo terrorista no surge en las mezquitas, “sino en la Red”. Sin caer en la tecnofobia, lo cierto es que el ISIS es el grupo terrorista que mejor se ha sabido aprovechar de la tecnología para su propaganda, captar nuevos adeptos y, como en los atentados en Francia, coordinar sus acciones. Tras París, una alianza circunstancial de agencias de seguridad, empresas tecnológicas y hacktivistas se ha propuesto echar a los yihadistas de la red.
Un informe del Congreso de EE UU publicado en septiembre pasado estimó que unas 25.000 personas de 100 países diferentes han viajado hasta Siria o Irak para unirse al ISIS desde 2011. De ellas, al menos 4.500 son occidentales. No hay manera de saber cuántos de ellos fueron contactados o se acercaron al yihadismo radical usando las redes, pero a tenor de las miles las páginas web, perfiles de redes sociales o cuentas en Twitter relacionadas con los yihadistas, el número debe de ser significativo. Sin el concurso de la tecnología, tanto los dirigentes del auto proclamado Estado Islámico como sus súbditos voluntarios habrían tenido más dificultades en contactar.








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